Por Ivette Estrada
¿De qué están hechos los sueños? Hay quien asegura que de retazos del día, de vivencias aparentemente intrascendentes que de alguna manera calan hondo y llegan al inconsciente. Y entonces, en la noche, después de 120 minutos, aparece. Podemos saber que está ahí porque aparece después del sueño profundo, lo que se conoce como REM caracterizado por movimientos oculares rápidos. Es cuando el día se apropia de la noche.
Hay otros más que aseguran que se trata de un encuentro con sabidurías milenarias de todos los tiempos. Un pasaje a los archivos akáshicos, álbumes de luz con todo lo que existió en este mundo y en cada una de las almas que lo habitó.
Pero lo más probable es que los sueños no tengan sesgos pragmáticos o esotéricos, sino que replanteen nuestros deseos. Son la geografía perfecta de los posible. El lugar donde accedemos a lo que la realidad tridimensional considera improbable o de plano irrealizable. Es el sitio donde se multiplican posibilidades.
Ahí están las escaleras al cielo, las alas, los recuerdos más dulces de la infancia, la urdimbre más prodigiosa de personas y momentos. Es la realidad que no nos atrevemos a nombrar en plena luz del día, imbuidos en la cotidianeidad, a veces parda e irrelevante.
Más que una narrativa lineal, los sueños son capricho en la estructuración y en la manera en la que presentan historias. Tienen el poder de que tras un rostro específico develemos que se trata de una persona distinta. Incluso, tienen la osadía de jugar con los tiempos y del blanco y negro tradicional, presentar cuadros de intensas tonalidades. ¿Un sueño es entrar a la mente de un loco?
No. Los significados los tiene quien sueña, no el intérprete. Cada elemento tienen infinitos significados y debe mirarse bajo la luz del contexto. Un marco referencial personalísimo y único, a veces inefable.
En el sueño existe una narrativa lógica sólo en el 8% del contenido, algo que puede concretarse en palabras y compartirse. El resto son emociones, muchas de ellas sin nombre ni explicación. Para “leer” este galimatías se requiere sopesar el sueño en su totalidad y fragmento a fragmento, incluso desmenuzar elementos o figuras relevantes, bajo el escrutinio del pensamiento, sentimientos y emociones.
Muchas veces, un marcado significado emocional estará envuelto en nuestra reticencia a verlo así y aparecerán “explicaciones” racionales divergentes o fuer de lugar.
¿Qué significa un sueño? Lo que cada uno “sienta”. Es un mensaje que sólo el destinatario, el dueño del sueño, puede interpretar.
A veces es la respuesta a un ruego, la materialización de inquietudes, un peligro latente o el simple disfrute de una situación. Por eso es estéril buscar significados en los libros. Un objeto no determina significados.No en el mundo onírico donde una rama puede representar esterilidad, esperanza o unión. Todo depende de la manera que apareció ne esa cinematografía obsecada del sueño y lo que “significó” para cada uno de nosotros.
Los sueños son una de las voces de Dios. Te dan respuetas, marcan rutas, logran evadirnos de realidades duras, llenan de significados lo trivial, nos confieren la riqueza de la intuición.
Para interpretar un sueño, la única pregunta que debemos hacer es: ¿qué significados tiene para mí, que simbolismos apela, que emoción es la que predomina?. Después de todo, la sabiduría está en el aire y suele concentrarse en el delgado filo de vigilia y sueño.
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