Por Ivette Estrada
La cultura popular se muestra a través de los aforismos, costumbres y cuentos. Es la sabiduría ancestral de boca en boca que puede transmitir valiosos mensajes o mitos peligrosos. Un cuento en particular, “La Cenicienta”, es un cúmulo de errores atribuidos al amor romántico.
El mensaje es simple y altamente pernicioso: una mujer es rescatada por un príncipe que se enamora a primera vista de ella y viven felices para siempre.
El cuento se ha reinventado infinidad de veces a través de relatos absurdos, como la hollywodense Mujer bonita protagonizada por Julia Roberts y Richard Gere. La cenicienta en este caso es una prostituta. En esta narrativa el mensaje se reduce a que la mujer debe ser bella para enamorar a un príncipe o millonario y terminar con los problemas y carencias. El hombre aparece como salvador, la mujer como alguien sin valor propio ni ideales ni nada: sólo alguien a la espera de que alguien le de significados a su vida y la lleve a escenarios idílicos y de disfrute como un centro comercial.
En este cuento pueden converger distintos mitos, pero uno relevante es que el valor de la mujer se circunscribe a que un hombre la ame y rescate de su mediocridad, limitaciones y vida anodina.
Es asumir que la mujer carece de alas para volar y está imposibilitada a conseguir lo que quiere sin necesidad de un embaucado que le dé todo, incluso respetabilidad.
También finca un peligrosos precedente: el amor como un regalo fortuito y no como una construcción. La movilidad social como parte de un personalísimo circo efectuado por el hombre, de ese remedo de héroe que hará justicia a la belleza ignorada, a la pobreza e incuria. El salvador que tiene el don de transformar en oro lo que toca.
Sin embargo, este mundo no se rige por un concepto de amor como mercancía y moneda de cambio. No es la transacción de belleza por comodidades, no es la prostituta un papel idílico.
¿Y qué hay de la movilidad social? Si es inexistente el credo de tener mejor vida sólo por concluir los estudios universitarios, es una falacia muy peligrosa asumir que la mujer, un grupo minoritario y poco representado en la C-suite, logrará un papel protagónico de liderazgo cuando sea elegida por un hombre como fruto del azar. Entonces cambiará su vida.
Y tras esa mentira, la capacitación, alfabetización digital y fortalecimiento de habilidades blandas y eminentemente humanas queda desdeñado. El amor ficticio, superficial, plástico y consumista sustituye al aprendizaje continuo como conjuro a la obsolescencia.
Los cuentos malvados nos obligan a cerrar los ojos a las trabas reales e inimaginadas de la movilidad social: ser mujer, proceder de un medio rural, tener la piel obscura, ser muy joven o muy viejo…
Ya se sumarán en el camino otros obstáculos de discriminación y rechazo. Todos aquellos que cuestionan el papel mágico de la Cenicienta: la pordiosera en búsqueda del príncipe, la falacia de amor eterno fortuito, el mito endilgado a una mujer desde siempre: el marido es lo único que como mujeres podemos conseguir para valer y ser.
Creo que por asumir infinidad de roles que convierten al hombre en su semi dios, el pato Donald salió huyendo de Disney. Es un fardo muy pesado el credo de ser todopoderoso y regir los designos del mundo.
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