Por Mariana Morán, Presidenta de Igualdad, Equidad y Género A.C
La pandemia de Covid-19 deja graves secuelas en la salud mental y emocional. Se trata de una pandemia de la que nadie habla, pero que genera duelos no resueltos. Por cada muerte, nueve personas se ven afectadas y la magnitud del impacto de la pandemia de COVID-19 en los deudos se vuelve cada vez más evidente.
Aquellos cuyos seres queridos murieron por COVID-19 tienen que lidiar con muertes repentinas e inesperadas, decesos ocurridos en unidades de cuidados intensivos y testificar que sus seres queridos sufren síntomas graves de disnea y agitación al final de la vida. Las medidas de distanciamiento social significan la restricción de las visitas al final de la vida, dejan a muchos seres morir solos.
La visualización del cuerpo de la persona fallecida y los procedimientos funerarios se ven ahora severamente restringidos, con un gran impacto en las personas desconsoladas por todas las causas, no solo por covid-19. Todos estos factores hacen que los riesgos de respuestas de duelo complicadas y prolongadas se hayan vuelto más altos durante la pandemia.
Algunos servicios de duelo fueron suspendidos debido a que el personal fue despedido o redistribuido, en particular los servicios especializados de duelo. El apoyo voluntario en hospitales y hospicios se redujo y algunos servicios vieron aumentar las listas de espera.
La atención del duelo recayó en una gama más amplia de funcionarios, incluidos algunos con experiencia limitada. Algunas personas informaron que los servicios no tenían recursos necesarios antes de la pandemia y que Covid-19 empeoró la situación y agregó nuevas dificultades debido a las complejas reacciones de duelo.
El mayor cambio de los servicios de tanatología fue adoptar los métodos remotos de prestación de apoyo, como el empleo de teléfono y vídeo. La adaptación de la atención a los formatos en línea o telefónicos fue particularmente difícil, con un acceso limitado al equipo necesario y una capacitación limitada del personal en su uso.
Los profesionales describieron el trabajo remoto como «agotador» y difícil de manejar, junto con sus propias tensiones emocionales durante la pandemia.
Por las condiciones de la pandemia, asimismo, los rituales que permiten el cierre de ciclos imposibilitan acciones fundamentales como despedir a nuestros muertos, tener compañía de familiares y amigos para sobrellevar el duelo, honrara quienes se fueron con ceremonias religiosas, velación y otras prácticas religiosas como rosarios, misas y otro tipo de ayuda espiritaul para los deudos.
Enfrentamos, entonces, una pandemia de dolor, un luto que se torna complicado y en el que es más difícil transitar a la resignación y la reintegración a la vida. Hoy, quienes perdieron familiares y amigos, se muestran incrédulos ante la desaparición de los seres que amaban. Los duelos de esta era son la otra pandemia, de la que nadie habla.
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