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POR AMOR AL ARTE/ Mercado, el infierno tan temido

Por Paul Achar Zavalza, artista plástico y Vocero de la Sociedad Mexicana de Autores de las Artes Plásticas (Somaap)

El mercado se convierte en el eje rector y destino final de la carrera de un artista. Pero también representa un temido infierno al alimentarse de un eterno e insatisfecho deseo.

Aunque de manera inicial puede percibirse como una riqueza inestimable, como los precios de las obras en las subastas internacionales, también puede condenar la expresión artística a las demandas comerciales.

En 2021 Sotheby’s vendió siete mil 300 millones de dólares, la cifra más alta en sus 277 años, mientras que Christie’s logró ingresar siete mil 100 millones de dólares, el más alto nivel de ventas en cinco años. Pareciera no haber límite en el arte. Lo increíble es que solo el uno por ciento de la población mundial tiene acceso a este sistema de inversión.

Durante algún tiempo se temió al desplome de los precios de las obras de arte contemporáneas, pero esto no ocurrió. Al contrario, el mercado creció y se convirtió en un poderoso sistema que legitima, manipula y hace crecer al artista. O lo destruye.

Tras la pandemia, el consumo multimillonario en arte se consolidó como un commodity de alto nivel.
Ante esto, vemos artistas que se convierten en hábiles negociantes e impulsores del valor económico de su obra. Ya no importa el papel de “genio”, “iluminado”, “revelado”, hoy el valor de una obra la determina el mercado.

Sin embargo, ante el boom del mercantilismo, el artista debe revisar su responsabilidad, cuestionar el papel que juega en la sociedad, de cara a sí mismo y al arte. En una era en la que dudamos de los valores trascendentes como la religiosidad, amor, conciencia social, el arte puede ser el último de los recursos para salvar y entender muchas cosas.

No todo es dinero. Sin embargo, sería muy difícil encontrar hoy a un artista que no valorara su obra a partir de lo que ve todos los días en el mercado del arte.

Y reitero: más que en el posicionamiento de mercado el artista no debe olvidar la trascendencia y lo sublime, más que un valor de mercado debe buscarse una expresión genuina, no valor de cambio ni objeto decorativo, no insulso objeto bonito sino voz del tiempo, credo, unicidad y expresión.

Conviene entonces dividir la creación del valor económico, y es imperativo generar un equilibrio que no vuelva el arte mercancía pero, al mismo tiempo, que el artista pueda tener retribuciones económicas a su obra. Es una tarea ardua y casi inextinguible.

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