Por Joana Elizabeth Salinas, Psicopedagoga especializada en salud laboral y Co ccreadora de los podcast Empareja2.
La depresión es uno de los efectos secundarios más visibles que Covid-19 desencadenó a nivel mundial en la salud mental.
Ante esto, se popularizaron infinidad de autorecetas para paliar el desánimo, fatiga y tristeza. Uno de los más populares fue imaginar desarrollar actividades lúdicas diversas como estar en la playa o abrazar a un amigo. Sorpresivamente, esos remedios no dieron resultados. Incluso, aumento la lista de actividades consideradas adversas.
Sí. Soñar con pasatiempos agradables mientras se está de mal humor, estresado o triste tiene un efecto paradójico: hace que sea menos probable que realmente quiera hacerlos.
Cuanto más se intente imaginar participar en una actividad agradable, cuando se experimenta un estado de ánimo negativo, menos probable es que quieras participar en esa acción lúdica. El problema se deriva del desafío cognitivo de reconciliar un pensamiento positivo con la experiencia mental y física de un estado de ánimo agrio.
La mente humana está orientada a ser cognitivamente eficiente, por lo que si las cosas son fáciles de procesar, tienden a gustarnos más. Lo contrario también es cierto: cuando las cosas son difíciles de procesar, tendemos a resistirlas. En otras palabras, dado que es mentalmente agotador imaginar un paseo al atardecer mientras nos sentimos deprimidos, solo desestimamos la idea.
Ahora, ¿es común imaginar una actividad agradable para hacer frente a un mal humor? En una encuesta de 213 participantes en línea, el 51% informó que usaba esta táctica, y el 23% aseguró que era la forma en que más a menudo intentaban levantar el ánimo.
Los psicólogos sociales saben desde hace tiempo que nuestras emociones y expresiones operan en tándem o de forma sincronizada. Así, los estados de ánimo dan forma a nuestras expresiones faciales y a la inversa. Sonreír anima y fruncir el ceño catapulta el mal humor.
Los investigadores sospecharon que este ciclo de retroalimentación podría funcionar cuando una persona de mal humor imagina una actividad agradable, algo que normalmente provocaría una sonrisa. Pero es difícil para el cerebro imaginar algo edificante mientras nuestra caras y estado de ánimo son negativos, así la actividad agradable se vuelve menos atractiva, o incluso repulsiva.
Sin embargo, si se alienta a las personas a sonreír aunque estén de mal humor mientras imaginan una actividad agradable, imaginar algo positivo puede no sentirse tan extraño.
Ahora, al centrarse en el resultado de la actividad lúdica, en lugar del proceso de hacerlo, aumentan las posibilidades de sentirse bien. Conviene entonces simular el resultado.
Sin embargo, hay un consejo infalible: dejar de imaginar actividades lúdicas y salir y hacerlas.
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