Por Julio César Briseño Cruz, CEO de Cénit, banca de desarrollo y consultoría empresarial
Existe un vínculo ineludible entre las condiciones medio ambientales y el costo del crédito.
Esto no es fortuito: A medida que el cambio climático afecta a las economías nacionales, las deudas se vuelven más difíciles y caras de atender, por lo que las nuevas calificaciones crediticias incluyen ciencias medioambientales.
Y así, surgen ya las primeras calificaciones crediticias soberanas. Éstas incluyen directamente ciencia del clima y muestran que muchas economías nacionales pueden esperar rebajas de calificación dentro de una década…a menos que se tomen medidas para reducir las emisiones de bióxido de carbono.
Tales calificaciones soberanas evalúan la solvencia de las naciones y son un indicador clave para los inversores, ya que cubren más de 66 billones de dólares en deuda soberana, también las calificaciones y las agencias detrás de ellas y actúan como guardianes del capital global.
Un equipo de economistas liderado por la Universidad de Cambridge utilizó inteligencia artificial para simular los efectos económicos del cambio climático en las calificaciones de Standard and Poor’s (S&P) para 108 países en los próximos diez, treinta y cincuenta años, y también para finales de siglo.
Los investigadores aseguraron que la maraña actual de indicadores de finanzas verdes como las calificaciones de «Medio Ambiente, Social y Gobernanza» (ESG) y las divulgaciones corporativas no reguladas y ad hoc actuales están separadas de la ciencia. Sin embargo, “no tienen por qué serlo”.
Así, se espera que el mercado de calificaciones ESG supere los mil millones de dólares este año, pero carece de fundamentos de la ciencia climática hasta ahora. No obstante, los mercados necesitan información creíble y digerible sobre cómo el cambio climático se traduce en riesgo material.
Entonces, al conectar la ciencia climática central con indicadores que ya están conectados al sistema financiero, se muestra que el riesgo climático se puede evaluar sin comprometer la credibilidad científica, la validez económica o la preparación para la toma de decisiones.
Pero si no se hace nada para frenar los gases de efecto invernadero, entonces 63 naciones pueden ser degradadas en más de una muesca en promedio para 2030.
Alemania, India, Suecia y los Países Bajos caerían tres escaños mientras Estados Unidos y Canadá descenderían dos y Reino Unido uno.
En comparación, la agitación económica causada por la pandemia de Covid-19 provocó que 48 créditos soberanos sufrieran rebajas de calificación por parte de las tres principales agencias entre enero de 2020 y junio de 2021.
Sin embargo, sin una reducción seria de las emisiones, 80 naciones enfrentarían una rebaja promedio de 2.48 muescas para finales de siglo. India y Canadá, entre otros, caerán más de cinco y China descenderá en ocho. Este también es el panorama que enfrentará México de no frenar las emisiones contaminantes.
En sí, la mayoría de los países presentaría descensos en su calificación crediticia para 2030 si se mantiene la trayectoria actual de las emisiones de carbono. Las acciones medioambientales no se reducen ya a rendición de cuentas ambivalentes. Requieren acciones concretas y mensurables.
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