Por Mariana Morán, Presidenta de Equidad, Libertad y Género A. C
La idea de exclusividad se utiliza para aumentar los precios de los automóviles de lujo, el licor y la moda. Pero, ¿cuánto valoran exactamente las personas los bienes exclusivos? Suficiente para pagar una prima del 50% o más por ellos.
La razón refleja un aspecto profundamente arraigado de la naturaleza humana: le damos mayor valor a las cosas que otras personas quieren pero no pueden tener. Este motivo se llama búsqueda de dominación.
A través de la exclusión, puedo sentirme dominante sobre un grupo diferente. Esto es lo que genera las preferencias de exclusión.
En el sentido de exclusividad subyace este pensamiento: realmente no sé lo que quiero, así que tomo los deseos de otras personas como mis propias preferencias, y los deseos de las personas se reflejan entre sí de esta manera mimética.
Este motivo a menudo es explotado por empresas y políticos. Una empresa puede permitir que solo una pequeña parte de su base de clientes reciba un producto determinado.
Las empresas monopolísticas, en particular, pueden cobrar más porque pocos clientes son capaces de acceder y pagar su producto, disponible en ningún otro lugar. Sentirán que obtienen algo que otras personas quieren pero no pueden tener.
El motivo de dominación puede incluso afectar las preferencias de las personas por las políticas que incluso parecen ir en contra de sus propios intereses.
Esto se reduce a un siniestro: “las personas debajo de mí pueden obtener lo que tengo y estoy disfrutando más porque no pueden poseerlo”.
Existe toda esta evidencia sobre inmigrantes que realmente están en contra de los aumentos en la inmigración, por insólito que parezca. Quiere preservar su status quo.
Esto también proporciona un motivo psicológico adicional para las políticas discriminatorias, ya que el grupo dominante puede consumir cosas que el grupo discriminado presumiblemente quiere pero no puede tener.
Distintos estudios sociales muestran que el sesgo de exclusividad es un motivador muy eficiente en sociedades altamente competitivas y nihilistas como la nuestra. Nuestra valorización está fincada en opiniones y percepciones de los otros. La noción del yo se alimenta de lo que otros quieran y determinen, pero los otros también se alimentan de la percepción colectiva, indiferenciada y deshumanizada.
Paradojas de nuestros días.
Ahora, hay quienes también emplean la exclusividad inversa: todo para quienes menos tienen. Se trata de un juego de populismo en el que el administrador de los bienes o riqueza es realmente el que gana. También aparece una búsqueda de dominación pero apoyada en la base piramidal de la población.
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