Por Jorge Manrique, Rector del Colegio Jurista
Aprendizaje continuo, un viejo paradigma, ahora se vuelve imprescindible: implica el mantenimiento de los puestos laborales y la vigencia profesional en un mundo de grandes cambios, donde se modifican radicalmente la gestión y producción.
Ante desafíos como la digitalización y conservación de la participación en un mercado altamente demandante y recesivo, no hay capacidades suficientes que valgan. La reinvención es una gran rueda en la que todos estamos imbuidos como sociedad.
Se trastocan, así, planes de estudios, tradiciones aborales y expectativas de consumo. Cada día emergen contribuciones a mejorar las experiencias del cliente. Las soluciones se enriquecen momento a momento y aparece una férrea lucha por generar valores agregados que rebasan la limitada visión incremental.
En general, la pandemia marcó el comienzo de una era de cierres de fuentes laborales, trabajo híbrido y reversiones. La única constante a lo largo de esta turbulenta era es la necesidad de aprender, adaptarse y cambiar.
La crisis del COVID-19, y el posterior paso a modelos de trabajo híbridos, aceleraron la necesidad de nuevas habilidades de la fuerza laboral, particularmente las habilidades sociales, emocionales y cognitivas avanzadas.
Para más del 58% de los líderes empresariales entrevistados por una consultoría trasnacional, cerrar las brechas de habilidades se convirtió en la principal prioridad desde que comenzó la pandemia. Esa estadística solo insinúa la necesidad de rentrenamiento.
Es tiempo del cambio continuo, de la invención e innovación momento a momento.
Actualmente, más de 100 millones de trabajadores en ocho grandes economías necesitarán cambiar de ocupación para 2030. Esto sobre todo quienes hacen labores rutinarias y continuas, dado que fácilmente lograrán automatizarse. Ante esto, deberán empezar a agregarle competencias esencialmente humanas que enriquezcan la labor que ahora generan.
Las empresas, al unísono, deben hacer un inventario completo de habilidades en todas sus organizaciones, crear «centros de habilidades» para el aprendizaje continuo y construir ecosistemas de aprendizaje a través de asociaciones con comunidades, universidades y educadores.
El reto no es poco: entrenar para generar soluciones en problemas que aún no parecen…y que ni siquiera adivinamos. Incluso, los evaluadores de riesgo se declaran vencidos tras la pandemia del Covid-19 que rebaso, con mucho, todas las expectativas de cambio.
En esta era de modificaciones aceleradas, la adaptabilidad debe ser alimentada. El desarrollo del músculo de adaptabilidad requiere autocuidado, un enfoque en el propósito, la capacidad de reconocer la mentalidad predeterminada, conexiones más profundas con los colegas y un entorno donde sea seguro aprender.
Las prácticas como el establecimiento de metas aspiracionales, creación de una oficina de transformación y evaluación precisa del progreso, pueden conducir a un cambio significativo. El ingrediente común de cada una de estas iniciativas es la capacidad de adaptación. Y esta no es fortuita: requiere experiencia y conocimientos formales de infinidad de asignaturas entre las que debe destacarse la capacitación y aprendizaje continuo.
Comments