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LINTERNA/ Caminos verdes

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Por Alfonso Morales Ibáñez , catedrático, conferencista e investigador universitario.

Dicen que todos los caminos llevan a Roma, pero en este tiempo todas las rutas deben acercarnos a la sustentabilidad y a la conversión de empresas verdes.
La gestión ambiental hoy es una cuestión básica de gestión y área toral de las finanzas. De hecho, el riesgo climático es uno de los riesgos de inversión. No en vano, los inversionistas se preguntan cómo modificar sus carteras para incorporar el riesgo climático y reevalúan el riesgo y los valores de los activos sobre esa base. Más aún, ya se empieza a considerar la estrategia ambiental como una fuente de resiliencia y ventaja competitiva en las empresas de todos los sectores económicos.
La era post pandémica tiene un sello corporativo: la consciencia ambiental.
Tiene sentido, por ejemplo, empezar a pensar en las posibles similitudes entre la crisis del coronavirus y el cambio climático a largo plazo. La pandemia crea choques simultáneos en las cadenas de suministro, la demanda de los consumidores y el sector energético. También golpea más duramente a los pobres y crea graves repercusiones.
Lo mismo es probable para el cambio climático. Además, el aumento de las temperaturas también podría aumentar el número de víctimas de enfermedades contagiosas. Se puede argumentar, entonces, que mitigar el cambio climático es tanto un problema de salud pública global como lo es lidiar con el COVID-19.
Mientras la crisis del Covid-19 representa un shock repentino que esencialmente golpeó al mundo de una sola vez, lo que llamamos «riesgo de contagio», el cambio climático presenta un marco temporal diferente donde los peligros aún se construyen. Es el «riesgo de acumulación». En cada uno de ambos casos, sin embargo, la resiliencia y la colaboración son esenciales para sobrevivir.
Asumimos entonces que la gestión ambiental es una cuestión esencial de gestión y finanzas.
La gestión del clima ahora es una capacidad corporativa central. Su importancia se evidencia a través del empleo de todas las herramientas de gestión, como la analítica, y los equipos de trabajo que se aplican en otras tareas críticas.
Los beneficios de la gestión verde pueden ser sustanciales. Entre ellos, mejores rendimientos sobre el capital. La razón es simple: simplemente las empresas se volvieron más eficientes. Así, la correlación entre las operaciones ecológicas y de alta calidad es fuerte, con numerosos ejemplos de compañías que establecen objetivos para reducir el uso de los recursos naturales y con ello ahorran sumas significativas de dinero.
La gestión que prioriza las condiciones climáticas y la sustentabilidad, asimismo, genera un sentido ético de pertenencia entre los públicos interesados. Esto, por supuesto, rebasa los beneficios económicos a mediano y largo plazo. Crea una cultura corporativa que maximiza el rendimiento de todos los recursos y se involucra de manera más fidedigna con la sociedad.
Entonces, es momento ya de generar una planeación “verde” donde el medio ambiente no sea una asignatura obligada sino eje de muchas de las acciones emprendidas en cada departamento y área corporativa. La sustentabilidad es continua y sostenida. Los caminos verdes llegaron para quedarse.

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